El genio creativo de infinidad de artistas, como Anglada Camarasa o Ramón Casas, se ha visto avivado por paisajes y lugares, cuya naturaleza e historia han inspirado algunas de sus obras más sobresalientes.
De hecho, nos resulta imposible separar su trayectoria de estos parajes, en los que encontraron el vehículo perfecto a través del que dar luz a nuevos paradigmas artísticos
Anglada Camarasa y Mallorca
En este sentido, los paradisíacos parajes que la isla de Mallorca nos brinda han sido el escenario, en el que múltiples artistas escritores y poetas encontraron una inagotable fuente de inspiración. Especialmente con la llegada del siglo XIX Mallorca se convirtió en uno de los destinos predilectos de artistas que, como Anglada Camarassa, buscaron en Mallorca esa visión idílica de la naturaleza exuberante y virgen, que el romanticismo había fomentado.
Camarasa llevó consigo todo el acervo de innovaciones plásticas asumidas entonces para aplicarlas a los múltiples paisajes, que realizaría desde que, a principios de los años 40, se instalará en la localidad mallorquina de Pollença. En ellos seguirá latente la huella de Tolousse Lautrec de Munch o Toorop instalándose en sus paisajes las curvas sinuosas y ondulantes, que proclamaron el triunfo de una estética idealizante, sensualista y hedonista, frente a un realismo radicalmente opuesto al mundo de evasión pura que Camarasa quiso representar.
El resultado, como queda testimoniado en este magnífico paisaje, es una pintura exultante de formas delicuescentes y gamas texturadas en el que el mundo natural se impregna de un carácter fantasioso y misterioso que lo acercan a las tendencias postsimbolistas. Bajo estos preceptos Camarasa da vida a un macizo montañoso que adquiere cualidades escultóricas, y en el que la brillante paleta de artista transforma el rincón balear en una sinfonía hedonista de alma mediterránea.
Ramon Casas y San Benet del Bages
La trayectoria de Ramón Casas está íntimamente vinculada a Sant Benet de Bages. Fue en 1907, cuando Elisa Carbó i Ferrer, madre del artista, compró los terrenos del antiguo monasterio Medieval de San Benet para transformarlo en la residencia de verano de la familia. De hecho, ya en 1881, Casas publicó, con tan solo 15 años, un esbozo de este claustro en la revista “L’Avenç”.
En este sentido, la obra en licitación revela el alma oculta del monasterio benedictino, la atmósfera de contemplación, silencio y meditación que ha sobrevivido al paso de los siglos para crear un puente entre los antiguos monjes y el maestro del modernismo catalán. Con tan sólo unos pocos elementos, Casas atrapa la apariencia fugaz del lugar en un momento determinado, al modo de los impresionistas. Combinando elementos arquitectónicos del monasterio con elementos de la naturaleza llena de matices cromáticos que reflejan la luz, Casas nos transporta a un pasado de recogimiento que tiene su eco en el melancólico fin del siglo XIX.