Arman plasmó en bronces como “ Guitare portuguese” el resultado de sus investigaciones entorno a la descomposición y fragmentación del objeto mediante cortes de los que emerge una nueva perspectiva de realidad.
El papel destacado que adquiere la obra de Arman en las últimas vanguardias artísticas, resulta del todo innegable gracias a sus aportaciones respecto a la reformulación del vínculo entre el objeto y su representación artística, siendo aun hoy en día, motivo de debate y un aspecto vital en las experimentaciones plásticas.
Los años cincuenta y sesenta del pasado siglo fueron tan fecundos y eclécticos artísticamente hablando como lo fueron sus primeras décadas gracias, en parte, al inagotable espíritu de reinvención de múltiples artistas que, como nuestro protagonista, quisieron superar y reinterpretar los conceptos instaurados por movimientos como el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo o el futurismo.
En este sentido, la obra de Armand Pierre Fernández es el vivo reflejo de la necesidad de encontrar una nueva forma de expresión artística que se erigiera en un símbolo del malestar generado por la expansión industrial y la sociedad de consumo. De hecho, fue en la década de los sesenta cuando, con las experimentaciones que llevaron a cabo artistas como Klein, Christo y el propio Arman, el prestigioso crítico de arte Pierre Restany intuyó de forma clarividente la nueva percepción de la realidad que se estaba gestando en el arte. Como fruto de esto, Restany redactó en 1960 el Primer Manifiesto del Nuevo Realismo en el cual se definió un renacimiento del lenguaje artístico que, oponiéndose al arte informal, se proclamó como el equivalente francés del arte pop. Junto a sus compañeros, Arman materializó la voluntad de construir nuevas aproximaciones a la realidad mediante una representación del mundo que incorporó de forma directa y literal los objetos que habitaban en él. En este aspecto, los ready-mades dadaístas fueron el referente directo de los nuevos realistas quienes, como ya hicieran sus predecesores, elevaron el objeto cotidiano a la categoría de obra de arte.
En el caso de Arman, la elección de los objetos que darán luz a su obra tendrá una clara intencionalidad que busca reflejar de forma crítica la realidad de la sociedad consumista. Sin embargo, junto a materiales industriales o de deshecho, también será frecuente encontrar otro tipo de elementos que como los instrumentos musicales nos revelan la verdadera poética del objeto. De hecho, gracias al amor por la música que le inculcaron sus padres desde la infancia, los instrumentos musicales y especialmente los de cuerda, serán una herramienta fundamental en la evolución de las distintas SERIES que según el procedimiento, material y concepto empleado clasificó en Acumulaciones, “Poubelle” Encapsulamientos, “Coupes” y “Colères”.
Ejemplo de ello, es la escultura “Guitarre portuguese”, donde la representación del instrumento musical parte del concepto que desarrolló en su serie “cortes”. Mediante un proceso de destrucción del objeto bajo el que vertebró su obra, Arman da paso a una recomposición de los fragmentos resultantes, de los que emerge una nueva perspectiva de realidad que como en este caso trasladara al bronce. Desarticulando las partes a base de cortes frontales y transversales, el artista francés introduce el concepto de vacío como material escultórico que en oposición al carácter sólido y cerrado asociado tradicionalmente a esta práctica, marcó el devenir de la escultura moderna.
La voluntad de destrucción intrínseca a su obra responde a la necesidad de mostrar el objeto tras someterlo a una acción dinámica donde, ya fuera mediante cortes combustiones u explosiones, lo fragmentado se nos descubre como un todo unitario que conserva su identidad o significación primigenia. Por tanto, y a diferencia de los procedimientos dadaístas y surrealistas, los objetos de Arman mantendrán, pese a su mutilación, un absoluto sentido de lo real acorde a los postulados del nuevo realismo.
Del mismo modo que ocurre en algunas de las obras más emblemáticas de Arman, en nuestro bronce transluce de forma explícita e intencionada el sustrato de la impronta cubista y futurista tratando de expresar el mismo espíritu de renovación formal que definió a sus predecesores. Por un lado, la visión fragmentada y recompuesta del objeto, así como el uso recurrente de instrumentos de cuerda, nos remiten a la concepción de la realidad que plantearon los cubistas, mientras que la composición dinámica con la que sugiere movimiento nos conduce a la idea de temporalidad propia del futurismo. Esta se expresa tal y como sucede en nuestra obra, tanto en la deconstrucción del objeto como en la forma de situar cada uno de los fragmentos en diversos planos espaciales.
Para comprender el verdadero sentido de estas acciones es necesario poner en contexto la obra, cuyo trasfondo encierra una lectura sociológica donde la apariencia de los objetos es el resultado del ritmo acelerado que impone una sociedad de consumo capaz de producir con la misma rapidez con la que desecha y destruye. En definitiva, los cortes, quemaduras, acumulaciones y destrucciones de Arman se manifiestan en su obra como el testimonio de las carencias y desvergüenzas de la cultura de su tiempo.