Subasta de Artes Decorativas y Oriental
En la provincia de Hebei, al norte de China, durante los siglos VII y X, pocos hubieran imaginado que las blancas pastas cocidas a más de mil trescientos grados de temperatura cautivarían a todo un continente diez siglos después, a más de mil setecientos kilómetros de distancia. Pero así fue, y esta fascinante historia de influencia y admiración merece ser contada.
A comienzos del siglo XVIII, en Sajonia, los europeos finalmente desvelaron el secreto de la porcelana china: el caolín. Este descubrimiento se propagó rápidamente por todo el continente, lo que llevó al hallazgo de minas de esta preciada arcilla y a una proliferación de fórmulas que buscaban perfeccionar la fabricación de porcelana dura, con el objetivo de competir con las costosas importaciones provenientes de China.
En el siglo XIX con la producción europea de porcelana ya consolidada en el mercado, la industrialización y la disminución de la calidad en las manufacturas chinas, especialmente en las piezas destinadas a la exportación, proporcionaron el contexto perfecto para que ciertas manufacturas europeas produjeran imitaciones de porcelana china a menor coste. Esta dinámica abrió nuevas oportunidades para la industria europea y transformó el panorama de la porcelana decorativa.
Uno de estos visionarios fue Edmé Samson (1810-1891), decorador de porcelana y broncista, conocido inicialmente como “Samson jeune” hacia 1849. En 1864, se asoció con su hijo Emile, y juntos participaron en las Exposiciones Internacionales de París en 1867 y 1878. En estas exposiciones, la destreza de Samson para la imitación quedó ampliamente demostrada, al punto que los críticos advertían a los coleccionistas sobre la autenticidad de futuras adquisiciones. Impulsado por el éxito, Emile Samson abrió su propia fábrica en Montreuil-sous-Bois, donde exhibía y vendía sus creaciones.
Desde ese momento, la marca no dejó de crecer, abarcando no solo piezas orientales, sino también porcelana y loza francesa, italiana, inglesa, alemana, húngara, entre otras. La inspiración provenía de las mejores colecciones privadas contemporáneas, como las de Frédéric Spitzer, Gustave Dreyfus o Alfred Grandidier, cuyas obras estuvieron expuestas en el Louvre entre 1894 y 1939 y ahora forman parte de la colección permanente del Museo Guimet. A finales del siglo XIX, el nieto de Edmé, Léon, continuó el legado familiar, ampliando la producción hacia esmaltes tabicados sobre bronce y desarrollando una nueva línea centrada en esculturas de barro cocido.
Sin embargo, y debido a la pericia con que confeccionaban sus piezas, lo que podría dar lugar a error al confundirlas con originales, todas iban debidamente marcadas, en ocasiones con sellos o firmas muy parecidos a los originales. Bien es cierto que si el cliente lo demandaba estas podían prescindir del marcaje, haciéndolas susceptibles de provocar confusión entre los coleccionistas. Esta circunstancia, que no era habitual, solía darse cuando una pieza de un conjunto original se extraviaba, reproduciéndola para completarlo. Ha llegado a darse el caso de museos que compraron estas piezas en su momento como imitaciones de obras más antiguas y que, en registros e inventarios posteriores, aparecen como originales, al perderse la documentación de compra.
Dentro de las reproducciones chinas, predominan las de época Kangxi, Yongzheng y Qianlong, en ocasiones con monturas en bronce dorado a la manera europea. Las piezas refinadas, de mayor sobriedad, populares en la actualidad, sólo salieron de China tras el saqueo del Palacio de Verano, en 1860, por parte de franceses e ingleses, y con la caída de los manchúes en 1911, por lo que no constituyeron un modelo propicio para la reproducción.
A esto se unió que, hacia 1900, los aficionados se dejaban guiar por los consejos de los grandes coleccionistas como el mencionado Alfred Grandidier, quien defendía la superioridad artística de la porcelana policroma. Así pues, buscaban grandes piezas decorativas de la “famille verte” o de la “famille rose”, preferiblemente con monturas en bronce dorado.
Dicho lo cual, ¿es posible diferenciar una pieza original de las reproducciones finiseculares de Samson?
En primer lugar, es conveniente comparar las piezas con los modelos originales a los que imitan, pero, por lo general, estos modelos son rígidos y toscos, notándose el pincel occidental, pues carecen de la fluidez china. Por otro lado, el punto de vista es frontal y no circular, como debe ser en oriente. En cuanto a la pasta, a veces contiene grumos, es pálida y demasiado gris, careciendo de las impurezas del hierro, aunque no es fácil verlo cuando se encuentra cubierta por los esmaltes. Si nos fijamos en estos, el azul bajo cubierta es más oscuro, y el vidriado presenta un tono verdoso donde se ha acumulado.
Precisamente, en el propio Museo Guimet, dentro de las piezas que formaron parte de la colección Grandidier, es posible encontrar jarrones similares al licitado, que sigue modelos de época Kangxi con ese llamativo esmalte “bleu soufflé”. Gracias a la comparativa directa con modelos de época, que pudieron servir al propio Edmé y a su hijo, y a los consejos del párrafo anterior, podemos llegar a la conclusión de que el lote 35316034 salió, en efecto, de la fábrica de Samson. Y tú, ¿estás de acuerdo?