El próximo día 6 de septiembre nuestra subasta de arte contemporáneo regresa con una cuidada y variada selección de la producción de Victor Mira, mediante la cual podremos descubrir la riqueza y profundidad de su creación.
Considerado por la crítica internacional como uno de los grandes creadores del arte español de las últimas décadas del siglo XX, Víctor Mira reflejó en sus distintas facetas artísticas el tormento existencial que le acompañó a lo largo de su vida. Calificado de transgresor, excéntrico, visionario, raro, místico e iluminado, Mira fue ante todo un artista que ahondó a través de su arte en las profundidades del ser humano. Su obra, tan desgarradora como poética, adquiere una violenta espiritualidad cuyo sentir se refleja en esta reveladora afirmación: “como hombre se desea la felicidad, como artista no me interesa y a mí me domina el artista. Bajo esta premisa, Víctor Mira transformó el dolor en una filosofía de vida que sería, sin duda alguna, su sempiterna fuente de inspiración. Y es este aspecto precisamente, el que nos emociona en su obra, la brutal y sincera contemplación de un alma, la del artista, en la que la soledad, el calvario interior y la muerte, se nos descubren como las únicas e inapelables certezas de la vida.
En su universo creativo, Mira acude constantemente a los referentes culturales que adsorbió con voraz curiosidad tanto de la literatura, el cine y la música, como de la religión y la filosofía, conformando de este modo, un particular compendio de inquietudes, reflexiones y obsesiones que se manifiestan ostensiblemente en sus obras pictóricas.
En este sentido, las obras en licitación permiten trazar un recorrido por el universo iconográfico y plástico de Mira, quien desde sus inicios desarrolló su trabajo en series que superponía en el tiempo. En ellas se vislumbra una constante querencia del artista aragonés por lo primitivo y ese vínculo con los orígenes de la humanidad que encontró en las pinturas rupestres. En series como “Pinturas de la muerte”, Mira convocó un universo habitado por arqueros, chamanes y nómadas que con sus brazos alzados en señal de ofrenda celebran enigmáticas ceremonias.
Asimismo, Mira desarrollará en paralelo un tipo de paisaje de raigambre surrealista visible en su serie “ Mujeres cantábricas” y “Miraniana del reloj”. En estas obras veremos desfilar un sinfín de animales y figuras humanas que, apareándose o reunidos junto a los árboles de la ciencia y de la vida en el Jardín del Edén, nos remiten de nuevo a los orígenes de la humanidad y a ese Paraíso perdido que actúa como metáfora de un artista que, a través de su obra, persiguió en una eterna búsqueda el camino de retorno a casa.
Por otro lado, la temática de las naturalezas muertas ocupó una especial significación dentro del corpus artístico de Mira hasta llegar a constituir otro icono de su trayectoria. Siguiendo una estética abigarrada propia del expresionismo, el artista se aproxima a la tradición de las vanitas barrocas introduciendo elementos tan significativos que, como las cruces, el tálamo o las calaveras nos recuerdan el carácter finito del tiempo y lo ineludible de la muerte.
Cabe destacar también las referencias continuas a otras disciplinas a las que, como en el caso de la música, dedicó diversas series. De hecho, a partir de los años 90, Mira realizará un extenso conjunto de obras basadas en la Sinfonía nº5 de Beethoven en las que el artista, reduciendo su paleta a la tricromía del negro, el rojo y el amarillo, representa las cuatro notas del motivo inicial de la partitura, cuya significación ha sido tradicionalmente asociada a la idea de destino.
En una época en la que las grandes gestas y hazañas heroicas del romanticismo parecen no tener cabida, Víctor Mira encarnó como nadie la figura del outsider, del artista maldito que, como se desprende de la imagen de sus personajes, vive apartado de todo y de todos, siguiendo únicamente los dictados de un espíritu profundamente inquieto e inconformista que llevó consigo hasta las últimas consecuencias. Ese espíritu complejo con el que dio luz a una excelsa metáfora de la muerte, tan lírica y bella como sórdida y descarnada.