Los lienzos de Darío de Regoyos en licitación destacan por ser un brillante ejemplo de la producción más comprometida del artista, por su procedencia y trazabilidad. Elementos que ensalzan de manera significativa el valor artístico de ambas obras.
Artistas como Darío de Regoyos aportaron al panorama artístico español una modernidad que, por aquel entonces, estaba muy alejada de la realidad de nuestro país. De hecho, las pinturas realizadas, entre 1880 y 1900, están concebidas bajo un visión sombría de España, que el pintor plasmó, a raíz de sus viajes por el territorio, junto a su amigo Emile Verhaeren.
Como fruto de este viaje, vió la luz el libro “España Negra”, escrito por Verhaeren e ilustrado por el propio Regoyos, en el que ambos reflejaron la idea de un país atrasado culturalmente y socialmente, a causa de la crisis que provocó la pérdida de las colonias de ultramar. Esta visión pesimista, compartida y respaldada por la Generación del 98 de Unamuno o Pio Baroja, se traduce plásticamente en la obra de Regoyos, a través de un estilo más oscuro y simbolista, en el que los matices expresionistas nos descubren su voluntad de transmitir su preocupación social.
En el caso de la «La diligencia de Segovia», realizada en 1882, Regoyos nos muestra una sociedad española anclada y encerrada en sus propias tradiciones. La escena, construida desde una perspectiva caballera y una paleta de tonos terrosos y negros, presenta una ciudad, aún sin calzadas de piedra, con suelo de tierra y aspecto rústico. Esta representación pone de manifiesto la dualidad en la que España vivía, debatiéndose entre el acervo cultural que la seguía anclado al pasado y la modernidad y el progreso, que representaban los avances industriales y tecnológicos.
Unos años más tarde, concretamente durante su estancia en Béjar en 1900, Regoyos retoma la temática social. De su paso por la ciudad salmantina, “Huelga en Béjar” es, probablemente, su obra más memorable. Pintado desde uno de los balcones con vistas a la Plaza, Regoyos congela el momento en el que un grupo de trabajadores de la industria textil se manifiesta frente al Ayuntamiento. En una época, en la que eran frecuentes las huelgas y revueltas populares, Regoyos fue uno de los primeros artistas en representarlas, demostrando una especial sensibilidad y compromiso como cronista de la sociedad. Como sucede en la diligencia de Segovia, el artista no se decanta por los colores vivos y luminosos típicamente impresionistas, sino que escoge una paleta más oscura, pero rica en matices, que enfatiza su aire melancólico y reflexivo.
Procedencia y trazabilidad
Como apuntábamos en un inicio, la procedencia y trazabilidad, a través de la que podemos reconstruir la historia de estas piezas, aporta un valor añadido indiscutible.
Remontándonos a sus orígenes, Regoyos realizó estas pinturas en un lapso de tiempo de 8 años, permaneciendo hasta 1905 en sus manos. Fue entonces cuando decide enviarlas, junto con otras obras, a su buen amigo, el ilustre y virtuoso pianista y compositor, Isaac Albeniz con el fin de vender algunas de ellas. Albéniz, quien, además de ser un niño prodigio y lograr el éxito internacional de forma temprana, era un gran admirador del pintor, las atesoró hasta su muerte, cuando pasaron a manos de sus herederos.
Los dos óleos cuentan con un notable recorrido expositivo, que las ha llevado hasta ciudades como París, Frankfurt, Barcelona, Madrid o Bilbao. Asimismo las referencias bibliográficas en las que son objeto de estudio y análisis por parte de expertos como Juan San Nicolás o Joaquín de la Puente nos permiten afirmar de forma contundente que nos encontramos frente a dos pinturas de calidad museística cruciales dentro de esta etapa creativa del que para muchos ha sido el verdadero maestro impresionista español. Así, ambas obras son una gran oportunidad para coleccionistas, ya que, además de su gran valor artístico, es realmente especial que aparezcan en el mercado.