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Pere Pruna Ocerans (Barcelona, 1904 – 1977). “Las bañistas”.

PERE PRUNA OCERANSLote en subasta:

PRUNA OCERANS, Pere (Barcelona, 1904 – 1977).
“Las bañistas”, 1968.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 130 x 100 cm.

 

En este lienzo Pruna aborda un tema clásico en el arte occidental desde el Renacimiento, y muy recurrente en las vanguardias del periodo de entreguerras, no sólo como tema protagonizado por la belleza femenina, sino también como símbolo de una Arcadia perdida, de un mundo ideal en perpetua calma, donde reina la belleza. De hecho, el pintor construye una imagen de herencia clásica, dominada por una atmósfera silenciosa y estática, contemplativa, en la cual el cuerpo femenino se aleja de toda concepción erótica para encarnar el ideal platónico de perfección imposible en el mundo físico. Esta idea queda reforzada por la propia figuración utilizada por Pruna, de herencia clásica pero sintética en sus formas, reducida a su esencia, más cercana a la representación antigua de lo sagrado que a la captación de una escena real. Esta imposibilidad de existencia real queda destacada por la mirada de dos de las muchachas, que contemplan directamente al espectador con expresión de contenida tristeza, viéndonos sin poder compartir nuestro plano de existencia.

Artista principalmente autodidacta, Pere Pruna completó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Tras empezar a exponer en la ciudad condal siendo aún muy joven, viajó a París en 1921, donde fue ayudado y orientado por Picasso. En la capital francesa realizó una exitosa muestra personal en la Galerie Percier, y entró en contacto con intelectuales como Cocteau, Drieu la Rochelle, Max Jacob y otros, con los que fundó la revista “Philosophie” en 1924. Serge Diaghilev, quien visitó una de sus exposiciones, le propuso además realizar los decorados y figurines del ballet “Les matelots”, en 1925. Desde entonces trabajó asimismo en otras obras musicales, como “La vie de Polichinele” (1934) y “Oriane” (1938), entre otras. En 1928 obtuvo el segundo premio absoluto de la exposición del Carnegie Institute de Pittsburg y posteriormente, de vuela a Barcelona, obtuvo otros galardones como el del concurso “Montserrat visto por los artistas catalanes” (1931) o el Premio Nonell (1936). Este último estuvo rodeado de polémica, porque Pruna lo obtuvo por su óleo “El vi de Chios”, para el cual utilizó como modelo una fotografía publicada en una revista pornográfica parisina. Ante el revuelo causado, Pruna renunció al premio, pero el jurado se ratificó en su decisión.

A raíz del estallido de la Guerra Civil, Pruna se instala en París y continúa con su actividad expositiva internacional, destacando su muestra organizada en Londres en 1937. En paralelo trabaja para los servicios de propaganda de Ridruejo, con obras como el cartel conmemorativo de la promulgación del Fueron del Trabajo, y Eugenio d’Ors, Jefe Nacional de Bellas Artes, le introduce en la representación española de la Bienal de Venecia de 1938. Tras la contienda compaginó las exposiciones de pintura de caballete con la pintura mural, género en el que fueron especialmente celebrados sus trabajos en el monasterio de Montserrat. En 1965 ganó el premio Ciudad de Barcelona, y tres años después fue nombrado académico del Far de Sant Cristòfor. Su estilo, centrado en una figura femenina grácil y estilizada, parte de la clara delicadeza del Picasso rosa y “neoclásico”, y revela un cierto paralelismo con el Novencento italiano, enmarcándose de pleno en la corriente clasicista aparecida en el arte occidental tras la primera oleada vanguardista, y de la cual su amigo Cocteau fue impulsor.

Pruna se centró en el retrato y sobre todo en la figura femenina, plasmando imágenes marcadas por una gran delicadeza y una sobria distinción. Sus representaciones se caracterizan por una línea estilizada y diáfana, y sintonizan con la vuelta al orden posterior a la ruptura que supuso el cubismo en Francia, enlazando así directamente con las vanguardias. Pere Pruna está actualmente representado en el Museo de Montserrat, donde existe un espacio con su nombre, el MACBA de Barcelona y el Museo Maricel de Sitges, entre otros.
 

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