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«El patio de azahar» de Sorolla en Venta Directa en Setdart.

«El patio de azahar» de Sorolla en Venta Directa en Setdart

 

Sorolla en venta en setdart

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Obra expuesta en SetdartMadrid.

Se trata de una de las obras que Sorolla pintó antes de regresar a Valencia desde Italia. Recién casado, expirada su pensión, el aún joven pintor probó fortuna en la temática regional, que tanto éxito alcanzó en la España de la época, una nación de “patrias chicas”, fraternal y patriótica. En este contexto encontramos pinturas como “Patio de azahar” o “Los guitarristas. Costumbres valencianas”, del mismo año (colección particular, reproducido en “Joaquín Sorolla, vida y obra”, de B. Pons-Sorolla, p. 106), cuadros que le ayudaron a sobrevivir en Italia, en su mayor parte vendidos al marchante Jover, su principal cliente en Roma entre finales de 1888 y principios de 1889.

Sorolla ya había abordado las escenas costumbristas en etapas anteriores de su vida, como evidencia el  lienzo titulado “Patio de azahar”, que presenta Setdart en Venta Directa. Se trata de una escena valenciana que, aunque minuciosamente retratada en todos sus detalles propios e identificativos, se aleja de los tópicos de herencia romántica, tan en boga en la época, para reflejar la auténtica vida popular. Así, en un patio cubierto de flores y azulejos, una familia descansa al fresco, y sus gestos, expresiones y actitudes importan más que sus ropas típicas. Sorolla constituye de este modo un retrato costumbrista ya completamente moderno, realista sin buscar el dramatismo o la teatralidad, reflejando la misma visión pacífica de lo cotidiano que en sus visiones de la costa.

Conocido como el nuevo Siglo de Oro de la pintura valenciana, el siglo XIX fue un periodo fecundo y renovador durante el cual se desarrolló una escuela nueva, bien diferenciada, que ejercerá una notable influencia sobre los pintores de otros focos españoles de la época. Cuatro grandes artistas serán las figuras centrales de esta nueva escuela: Francisco Domingo Marqués, Ignacio Pinazo Camarlench, José Benlliure Gil y Joaquín Sorolla Bastida. Todos ellos se interesaron por la captación de la realidad a través de la luz, de la plasmación del instante fugaz, preciso e irrepetible. Para ello, desarrollaron una técnica de pinceladas cortas y manchas de color, de ejecución rápida y aspecto abocetado, cercana en lo formal a los impresionistas, si bien no compartían las ideas de los franceses. Al contrario, su búsqueda era la de la luz, y de ahí el término más adecuado de pintores luministas.

Dentro de este renovador panorama, que se prolonga incluso en las primeras décadas del siglo XX, Joaquín Sorolla destaca por encima de sus coetáneos por su pasión por la luz, sus imágenes únicas, llenas de vida. Sus pinturas son auténticas ventanas a escenarios resplandecientes, a las soleadas playas levantinas pobladas por alegres niños que juegan y damas que pasean. No hay que olvidar que Sorolla fue también un gran pintor de costumbres, como refleja el encargo que recibió por parte de la Hispanic Society de Nueva York para pintar en su sede una monumental obra titulada “Visión de España”, colección de catorce grandes óleos sobre lienzo que ilustran las diversas regiones de España y Portugal.

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