En los últimos años, el arte ha dejado de ser únicamente un objeto de contemplación estética para convertirse en un activo estratégico en las empresas. Cada vez más corporaciones deciden invertir en arte, destinando parte de su capital a fondos de arte corporativos, atraídas tanto por su potencial financiero como por los beneficios intangibles que generan.
1. Diversificación del riesgo a través de fondos de arte
Uno de los principales motivos que llevan a las empresas a invertir en arte es la diversificación del riesgo. En un contexto económico incierto, los fondos de arte funcionan como activos alternativos que no dependen directamente de la volatilidad de los mercados bursátiles.
Obras de artistas consagrados como Picasso, Dalí, Miró o Chillida han demostrado mantener, e incluso incrementar, su valor a lo largo del tiempo, convirtiéndose en un refugio seguro para el capital corporativo.

2. Revalorización sostenida del arte contemporáneo
Otro factor clave es la revalorización del arte contemporáneo y moderno. Según informes de mercado, el segmento de subastas de arte de posguerra y contemporáneo ha crecido de forma notable en las últimas décadas, alcanzando récords históricos que atraen el interés de inversores institucionales.
Para las empresas, participar en este mercado a través de fondos especializados en arte ofrece acceso a obras de alto nivel que, de forma individual, serían inaccesibles. Así, el coleccionismo corporativo no solo es una forma de invertir, sino también de integrarse en un sector cultural en expansión.

3. Imagen y prestigio corporativo
Más allá de los números, las empresas también deciden invertir en arte por motivos de imagen. Asociar el nombre de una compañía a una colección de arte corporativa proyecta valores de sofisticación, innovación y compromiso cultural.
En muchos casos, esta inversión tiene un retorno económico y reputacional, reforzando la marca frente a clientes, socios y empleados. De este modo, el arte se convierte en un activo estratégico empresarial que impulsa tanto la visibilidad como el prestigio.
4. Ventajas fiscales y patrimoniales
Finalmente, los fondos de arte ofrecen ventajas en términos de planificación patrimonial y fiscal. Al tratarse de inversiones reguladas y gestionadas por expertos, facilitan la administración profesional de activos. En determinados países, incluso permiten optimizar cargas impositivas vinculadas al patrimonio o a las plusvalías, lo que los convierte en una opción especialmente atractiva para corporaciones con visión a largo plazo.
En definitiva, cada vez más empresas que invierten en arte lo hacen atraídas por una combinación de factores financieros, estratégicos y culturales. El arte no solo es un activo capaz de diversificar riesgos, sino también un generador de prestigio y valor sostenido a largo plazo.
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