En el marco temporal que abarca desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el primer tercio del XX, la práctica escultórica vivió un periodo de eclecticismo que desde el neoclasicismo hasta las vanguardias, pasando por el realismo, se desarrolló en una continua tensión entre el arraigo a la tradición y la necesidad de ruptura con el pasado. Sin embargo, pese a la eclosión de las todopoderosas vanguardias, la escultura más enraizada a los cánones tradicionales sobrevivió gracias a la reinvención y reinterpretación de las tendencias clásicas que hasta entones habían sido dominadas por la excesiva rigidez de las academias.
Estos dos siglos, desde un punto de vista artístico, estarán unidos a los profundos cambios económicos, sociales y políticos que trajeron consigo la Revolución Industrial y las revoluciones liberales. En cualquier caso, el dinamismo de los estilos que se sucedieron a un ritmo desconocido hasta entonces acabará por convertirse en un rasgo esencial del arte de nuestro tiempo al traducir milimétricamente las transformaciones habidas en la realidad social y económica.
El conjunto escultórico en licitación refleja de forma clarividente la idiosincracia de la práctica escultórica de la época, y cómo estos cambios se materializaron mediante la representación de la figura humana. Todos y cada uno de los nuevos horizontes creativos con los que experimentaron se concretaron, especialmente, a través de la belleza del desnudo, la danza y el movimiento, pero también en las múltiples figuras alegóricas y mitológica que, siguiendo los modelos de la Antigüedad clásica, proliferaron en ese momento.
Si bien el neoclasicismo buscó romper definitivamente con el Rococó basándose en la sencillez, la objetividad, el interés por lo histórico y la racionalidad, teniendo como modelos artísticos los cánones clásicos, según avanza el siglo, la estricta racionalidad de la escultura neoclásica da paso a una mayor expresividad que con la llegada del estilo romántico, priorizará la subjetividad, las emociones, la individualidad y la experiencia personal.
A partir de mitad de siglo, podremos encontrar otros estilos muy diferentes que, como el Realismo, se opondrán al correcto estilo clasicista y al especial sentimentalismo romántico, promoviendo un arte objetivo que plasmará la realidad del presente. En este sentido, los cambios acontecidos con la Revolución Industrial junto a sus reformas sociales y políticas quedaron expuestos en esta nueva concepción artística que, dirigiendo el foco hacia la temática social, situó al obrero como protagonista.
Esta sucesión y evolución de estilos encuentra su reflejo en la propia trayectoria de artistas que, como el francés Jean Baptiste Carpeaux o el belga Constantin Meunier, hunden claramente sus raíces en el academicismo para posteriormente derivar hacia interpretaciones más libres. Esta evolución será especialmente notable en el caso del belga que acabará por convertirse en uno de los grandes representantes de la escultura y la pintura realista que, en la segunda mitad del siglo XIX, quiso representar la dureza de la explotación laboral de los obreros.
Esta sucesión y evolución de estilos encuentra su reflejo en la propia trayectoria de artistas que, como el francés Jean Baptiste Carpeaux o el belga Constantin Meunier, hunden claramente sus raíces en el academicismo para posteriormente derivar hacia interpretaciones más libres. Esta evolución será especialmente notable en el caso del belga que acabará por convertirse en uno de los grandes representantes de la escultura y la pintura realista que, en la segunda mitad del siglo XIX, quiso representar la dureza de la explotación laboral de los obreros.
Sin embargo la renovación de la escultura y la consecuente ruptura con el canon académico imperante llegó, como se considera de forma unánime, de la mano de Rodin, cuya concepción del arte permitió inaugurar una nueva etapa en el ámbito de la escultura que, dejando atrás un academicismo decadente, dio luz a un nuevo ideal escultórico capaz de dialogar con las propuestas artísticas más vanguardistas del siglo XX. De formación neoclásica,Rodin bebió de artistas como Donatello o Miguel Ángel a los que reinterpretó desde un espíritu experimentador y audaz, en el que de la espontaneidad al patetismo heroico, abarcó una infinita gama de posibilidades plásticas por explotar. La disolución paulatina de las formas, los juegos de luces y sombras y el expresionismo de sus obras marcaron, sin duda, el camino hacia la escultura moderna.
Dentro de este periodo de entre siglos no podemos dejar de referirnos a las particularidades que definieron la escultura de movimientos como el Art Nouveau y el Art Decó.
Como sucedió en el resto de disciplinas artísticas, el Art Nouveau se identificó por un protagonismo absoluto de la línea ondulante y sinuosa, así como por una clara tendencia a la asimetría y al gusto por elementos exóticos, el eclecticismo y la sensualidad. Ejemplo de ello es la obra del que fue uno de los exponentes más destacados del periodo conocido como la Belle Époque, Émile Antoine Bourdelle, cuya obra contiene aún ciertos rasgos romanticistas que atenuaron el expresionismo rodiniano.
Los excesos del modernismo dieron paso a la estilización geometrizante del Art Déco y el retorno a un nuevo clasicismo que se caracterizó por su refinamiento, elegancia y sensualidad. Así, las formas del Art Déco serán idealizadas, equilibradas y proporcionadas, pero a la vez sintéticas y esenciales, alejandose, a diferencia del Art Nouveau, de la directa inspiración en la naturaleza de finales del siglo XIX.
En definitiva, el conjunto escultórico que presenta Setdart en la subasta del 12 de abril evidencia la pervivencia de la vertiente más ligada a la tradición frente a las tendencias vanguardistas, cuya convivencia representó uno de los periodos de mayor experimentación y efervescencia artística.