Francisco Iturrino y la huella del fauvismo en su obra

A comienzos del siglo XX, cuando el arte europeo se debatía entre la herencia del impresionismo y la urgencia de nuevas formas de expresión, surgió un grupo de artistas franceses dispuestos a romper con todas las convenciones. Los llamaron fauves —“fieras”— por su uso salvaje del color y su desprecio por los cánones académicos. Aunque el movimiento fue breve, su eco resonó más allá de Francia, transformando el panorama artístico europeo. En este contexto, destaca un nombre que merece ser redescubierto: Francisco Iturrino, un artista que introdujo en España una visión colorista radical en sintonía con el fauvismo francés.

¿Qué fue el Fauvismo?

Cartel del Salón de Otoño de París de 1905. Artistas fauvistas en la habitación 7 

El fauvismo nació oficialmente en 1905, cuando una exposición en el Salón de Otoño de París desconcertó a la crítica. En una sala compartida por esculturas clásicas y pinturas de colores vibrantes, el crítico Louis Vauxcelles acuñó la frase “Donatello entre las fieras” para describir el contraste. De ahí surgió el término “fauves”, adoptado con orgullo por los propios artistas, entre ellos Matisse, Derain y Vlaminck.

Detrás del aparente caos cromático, los fauvistas perseguían una idea clara: liberar el color de su función meramente descriptiva para convertirlo en protagonista emocional. Una playa podía ser morada, un rostro verde, y un paisaje, una sinfonía de rojos. No se trataba de copiar la realidad, sino de expresar una emoción intensa, directa y vital.

Francisco Iturrino: el español más fauvista (sin serlo del todo)

Francisco Iturrino, nacido en Santander y criado en el País Vasco, desarrolló una carrera artística que trasciende cualquier geografía. Este pintor cántabro, viajero incansable, formó parte de los círculos más vibrantes de la vanguardia europea y fue uno de los pocos españoles que expusieron junto a Matisse en el Salón de Otoño de 1905.

Aunque no fue un fauvista ortodoxo, el pintor cántabro absorbió como pocos la energía del movimiento. Su paleta estalló en naranjas, violetas, verdes y amarillos; su pincelada se volvió suelta, sensual, festiva; y sus temas —desnudos femeninos, jardines andaluces, fiestas populares— celebraban la vida con una intensidad inusual en el arte español de la época.

Un ejemplo paradigmático es Jóvenes a caballo, obra que guarda relación con otras como Desnudos en un paisaje, de la colección del Museo Reina Sofía. En estas pinturas, Francisco Iturrino no busca el realismo, sino la exaltación de un estado de gracia vitalista.

Matisse en España: un viaje decisivo

Canal du Midi por Henri Matissse

En 1910, Matisse viajó a España por invitación del pintor cántabro. Juntos exploraron Sevilla y otras ciudades andaluzas. La huella del sur sería decisiva en la evolución del pintor francés. Esta conexión revela la relevancia histórica de Iturrino como mediador entre la vanguardia francesa y el espíritu mediterráneo.

Ecos del Fauvismo en España

Calle de Fuenterrabía por Darío de Regoyos – Lote 40021340

El fauvismo en España no llegó a conformar una escuela como en Francia, pero su influencia se dejó sentir en varios artistas contemporáneos. Entre ellos:

  • Joaquín Sunyer, aunque luego adoptó un estilo más sobrio y clasicista, experimentó con el color vibrante y las composiciones modernas en sus inicios.
  • Darío de Regoyos, cercano al impresionismo, mostró momentos de audacia cromática que se acercan al universo fauvista.
  • José Gutiérrez Solana, con su visión sombría y expresionista, compartía con los fauves una actitud subjetiva e intensa frente al mundo.
  • Incluso Picasso, en sus primeras etapas, coqueteó brevemente con una estética colorista y decorativa antes de sumergirse en el cubismo.

El legado del fauvismo

Aunque el fauvismo apenas duró tres años (1905–1908), su legado fue profundamente influyente. Preparó el terreno para el expresionismo alemán, con su exaltación subjetiva del color y distorsión formal, e influyó directamente en el surgimiento del cubismo, al liberar la pintura de su dependencia de la mímesis. Como señaló Pierre Courthion:

“Sin la liberación cromática del fauvismo, el cubismo habría sido impensable.”

En el ámbito español, el fauvismo no generó una escuela formal, pero su influencia fue duradera. Se filtró en los márgenes del sistema académico y entre artistas conectados con los movimientos europeos. No fue una adhesión explícita, sino una resonancia que ayudó a consolidar el camino hacia la modernidad.

Francisco Iturrino, bisagra entre dos mundos

En este contexto, Francisco Iturrino representa mucho más que un simpatizante del color. Su obra es una bisagra histórica, un punto de inflexión entre dos realidades: por un lado, el mundo finisecular español, anclado en el simbolismo y el costumbrismo; por otro, la promesa de una pintura libre, subjetiva y sensorial.

Su trabajo anticipa rutas que más tarde transitarían artistas como Joaquín Torres-García, en su etapa post-noucentista, o incluso Joan Miró, en su tránsito desde el realismo poético hacia la abstracción simbólica.

Más aún, la obra de Iturrino se nutre profundamente de lo español sin caer en lo folclórico. Su exaltación del sur, de la luz andaluza, del cuerpo femenino y de lo ornamental conecta con una visión hispánica vital y decorativa, en diálogo con el arte islámico y el barroco popular.

En este sentido, su legado no es sólo estético, sino también cultural. Demuestra que lo moderno no tiene por qué ser ajeno a lo local. Al contrario: el pintor cántabro logra una síntesis personal entre vanguardia europea e identidad mediterránea.

Redescubrir a Francisco Iturrino hoy

En definitiva, el fauvismo en España no fue una moda, sino una chispa que encendió procesos más profundos. Y en el corazón de esa transición se encuentra Francisco Iturrino: ni completamente fiera ni completamente clásico, pero absolutamente moderno. Redescubrir su obra es comprender que la modernidad también se vivió —y se transformó— desde la península ibérica.

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