El talento de Sorolla concentrado en sus pequeñas “notas de color”

“Playa de Valencia”, ilustra la maestría de Joaquín Sorolla en el apunte, concentrando en un espacio reducido la vibración de luz y color más pura y vívida de las playas valencianas.

El virtuosismo técnico que Joaquín Sorolla alcanzó con su obra pictórica lo consagró como el pintor de la luz por antonomasia. Sin embargo, la envergadura de su corpus artístico va mucho más allá de sus archiconocidos lienzos en los que capturó como pocos los efectos lumínicos del Mediterráneo.

A lo largo de su vida el artista valenciano pintó alrededor de unos 2000 oleos  sobre pequeños cartones y  tablillas (casi la mitad del total de obras atribuidas al artista) que como la que presentamos en licitación se han convertido por  derecho propio en pequeñas grandes joyas dentro de la producción del maestro valenciano. Las obras realizadas sobre cartones o tablillas reutilizadas a las que el pintor daba una segunda vida nos brindan la oportunidad de aproximarnos al Sorolla mas atrevido y experimental, concentrando en apenas 20 centímetros toda la genialidad y maestría que el pintor exhibió en sus obras de gran formato.

En un inicio, estas pinturas permanecieron en la más absoluta intimidad del artista, quien cubrió las paredes de su taller con estas pequeñas  obras que consideraba como las más intimas y personales. Sin embargo, la sucesión de instantes fugaces capturados  que conformaban cada una de estas escenas le hizo comprender el valor individual que contenían, decidiendo entonces mostrarlas al público por vez primera en su gira americana de 1909.  La acogida por parte del público, que mostró el mismo entusiasmo que despertaban las obras de gran formato, no hizo más que confirmar el valor de estas creaciones en las que Sorolla muestra su vertiente mas pura.

Concebidos como estudios al natural donde concentraba todas las ideas artísticas que bullían en su cabeza, Sorolla plasmó en todos y cada uno de los motivos con los que logró un prestigio internacional al alcance solo de los más grandes.

De este modo sus célebres escenas de playa, ya fueran las de Valencia, Biarritz o San Sebastián, se transforman mediante este formato en experimentos de luz y color ejecutados con una pincelada rápida, palpitante y espontánea, hasta dar paso a pequeños fotogramas de la vida cotidiana que, como un instante vívido, nos permiten casi sentir y oler la atmosfera de su adorado Mediterráneo.

La vital importancia de esta vertiente de la producción de Sorolla para comprender la trayectoria, evolución y dimensión que adquirió su obra queda absolutamente reafirmada mediante las múltiples exposiciones, que como las realizadas en el Museo de Bellas Artes de Bilbao o en la Fundación Bancaja, se le han dedicado de forma monográfica a este formato gracias al cual nos introducimos en el Sorolla más esencial sintético y audaz dispuesto siempre a afrontar nuevos desafíos visuales.

De lo que no hay duda es que el rotundo éxito del artista valenciano más internacional de todos los tiempos estará por siempre ligado a su particular visión de la vida en las playas del Mediterráneo, donde Sorolla pudo liberarse del encorsetamiento academicista para dar rienda suelta a su carácter creativo más libre y revolucionario.

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