Antoni Tàpies: la espiritualidad hecha arte

“Muralla negra” revela la carga filosófica y espiritual que subyace en la obra de Antoni Tàpies

En licitación el próximo 3 de diciembre

Posiblemente, Antoni Tapies sea uno de los artistas contemporáneos más estudiados y admirados de nuestra historiografía, alcanzando el reconocimiento unánime como figura esencial en el desarrollo y evolución de las vanguardias artísticas en España. Con una de las trayectorias creativas más ricas e influyentes del arte del siglo XX, Tàpies forjó su obra bajo el signo de un acérrimo compromiso político y social, donde el verdadero arte, como él mismo afirmó, «debe aspirar a cambiar el mundo».   

En una época de profundas transformaciones, el terreno del arte inicia en el siglo XX una dinámica evolutiva de estilos que se suceden cronológicamente cada vez con mayor celeridad y que desembocan en las vanguardias artísticas, con una atomización de estilos y corrientes que conviven y se contraponen, se influyen y se enfrentan.

 

En este sentido, Antoni Tàpies desempeñó un papel clave en la completa renovación del arte de posguerra y la consecuente proclamación del renacimiento de un arte de vanguardia español que se alejó por completo del academicismo rancio que imperaba entonces. Tras su etapa como integrante del icónico grupo Dau al Set, la obra de Tàpies tomó nuevos derroteros que lo encaminaron hacia una abstracción que desarrolló bajo el influjo del movimiento informalista. Sin embargo, la singularidad de su carácter creativo pronto le hizo superar los postulados de la abstracción francesa para dar luz a un universo plástico completamente personal, cuyas inquietudes se relacionan íntimamente con la filosofía existencialista y su fascinación por la cultura y pensamiento orientales.

ANTONI TÀPIES PUIG
“Muralla negra”, 1980.
Pintura y lápiz sobre papel encolado a tela.
Medidas: 158,5 x 121 cm

En la obra “Muralla negra, si bien subyace el entramado filosófico enraizado a la angustia existencialista, ya se hace plenamente visible la evolución plástica y espiritual del artista donde el peso de la filosofía oriental cobrará una mayor significación.  En este caso, nos encontramos frente a uno de los elementos más emblemáticos a través de los cuales Tàpies configuró un universo simbólico tan rico como complejo:  el del muro, tapia o muralla cuyo sentido lejos de las posibles connotaciones negativas que hoy en día se le atribuyen en occidente, se relaciona con su concepción filosofía heideggeriana y oriental. Mediante una estética austera donde se aprecia una economía de medios cada vez más interesante y eficaz, Tàpies produce un repliegue visual de introspección que nos lleva a una visión mística del muro. La dualidad existente en ella ya sea entre el blanco y el negro o entre los trazos caligráficos y la enorme mancha que se extiende en el centro, nos remite continuamente a la dualidad de la realidad aparente, a ese equilibrio entre opuestos que define el ying y el yang al que tanto recurrirá Tàpies para reflejar su propia visión del arte y de la vida, que para él, como para muchos de los grandes artistas de la historia, se desarrollan en paralelo e indivisiblemente la una de la otra. De este modo, el muro simbolizará la necesidad de profundizar en la esencia de las cosas. Será en él dónde acontecerá la verdad de la obra y de la vida desvelando la voluntad de abrir esa puerta que nos acerque al conocimiento de la realidad más íntima.

Obras como la presente reflejan a la perfección la forma de entender el arte de Tàpies donde el artista se convierte en una especie de demiurgo capaz de influir en nuestro pensamiento  y conducir la mente del espectador hacia una visión del mundo que va mucho más allá de la realidad inmediata y perceptible.

Antoni Tàpies. «Dues sandàlies», 1985.
Vendido en 195.000€

Antoni Tàpies. «Gran marrón» 1977.
Vendido en 73.000€

Antoni Tàpies. «Dit assenyalant»1986.
Vendido en 85.000€