Cuando el vacío se llena de resonancias místicas.
Jorge Oteiza y la escultura vasca.

La comunión de espíritu y materia rigió el concepto creativo de Jorge Oteiza con una intensidad poco frecuente en la historia del arte moderno y contemporáneo, y esta tensión dialéctica entre forma y vacío, entre naturaleza y abstracción, determinarían la evolución de la escultura vasca hasta la actualidad.

Basílica de Arantzazu: “Los apóstoles y la virgen"

Siendo el principio rector de la investigación plástica de Oteiza la desocupación (que no la ocupación) del espacio, el hacer presente la forma ausente (llámese alma o enigma), se entiende que lo lograra de modo manifiesto cuando el tema era propiamente religioso. Porque, como él mismo decía en alusión a su importante grupo escultórico para la fachada de la basílica de Arantzazu: “los apóstoles y la virgen (la Piedad) se vacían de sí mismos para poner sus corazones en otros”.

El conflicto entre el cuerpo mortal (que persiste en su existir terrenal) y el alma (cuya inercia es escapar de la cárcel de la materia) se expresa en estas figuras religiosas de un modo singular.

Setdart Subastas licitó una Piedad de Oteiza, fechada en 1987 (a partir de un yeso realizado por el artista en 1969), que cabe vincular con las esculturas del santuario de Arantzazu. Concebida como un estudio para la realización de “La piedad” que se encuentra en la basílica, ambas piezas, aunque diferentes entre sí, muestran como Oteiza hace uso de un lenguaje escultórico figurativo experimental, reducido a su mínima expresión, eliminando rasgos fisionómicos y dominado por el vacío en su interior. Creando una desocupación de la propia materia, ejemplifica la dialéctica entre lleno y vacío de la que venimos hablando. Un recurso que se convirtió en una constante durante toda su producción artística.

Oteiza hizo trascender la escultura vasca más allá de los límites regionales y nacionales, pero al mismo tiempo sentó las bases para que en tierra vasca se desarrollara un arte arraigado en lo local y, a la par, con enorme proyección internacional. Así, por ejemplo, la escultura de Chillida, sin emular a Oteiza ni responder a unos mismos intereses formales, comparte sin embargo una preocupación afín por explorar las cualidades intrínsecas de la materia, su densidad y dureza, así como un interés por hacerla dialogar con un espacio concreto, con la naturaleza, tanteando modos dar forma a lo que carece de ella, de hacer visible a los misterios de la vida y del cosmos, a lo que nos es incognoscible.

“Piedad Nº10 para Arantzazu", 1987.

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