Uso del jade en la joyería.

 La etimología del término jade se remonta a la conquista española de América del Sur y Central. Significa piedra de ijada, haciendo referencia a una piedra que los conquistadores españoles trajeron de América, y a la que se le atribuían propiedades curativas para la zona del hígado, el bazo y los riñones. Es una piedra a la que siempre se le han atribuido cualidades metafísicas.

Es interesante diferenciar entre los diferentes tipos y cualidades, siendo la variedad jadeíta la más pura y translucida de las tipologías y también la más apreciada en joyería. Se presenta en diferentes colores, de los cuales el verde profundo es el más codiciado, si presenta un brillo graso. La nefrita es algo más opaca, pero muestra un bello aspecto, más suave y con una mayor gama de colores ofreciendo un brillo vítreo. También existe un jade industrial de menor calidad con un tratamiento para realzar el color.

Como símbolo del yang, el jade está dotado de cualidades solares, imperiales e indestructibles, de aquí le viene el relevante papel en la China arcaica. En el orden social encarna la soberanía y el poder, procura la regeneración del cuerpo, asegura la inmortalidad y además desempeña un importante papel en las prácticas funerarias.

En otras culturas ancestrales, el jade ha jugado también un papel fundamental con significados filosóficos y religiosos, como en las culturas mesoamericanas de los Olmeca y los Maya. El pueblo Maorí usa y venera el jade desde sus orígenes, utilizándolo en su joyería y ornamentos.

Excepto en Rusia, el jade rara vez se ha usado en la joyería europea antes de la era art déco. En París, el arte chino se volvió más accesible con la creación del Musée Guimet en 1889 y el Musée Cernuschi en 1898. Louis Cartier y su diseñador favorito, Charles Jacqueau, pasaron mucho tiempo en los museos en busca de inspiración. Las artes orientales y del Lejano Oriente, en ese momento, fueron para ellos la esencia de la modernidad. Cartier fue la marca pionera en el diseño Art Deco e introdujo la jadeíta ya en 1913.

Posteriormente el uso del jade se extendió en la década de 1920, época dorada del jade en la joyería occidental. Artistas y joyeros se inspiraron en el exotismo y el Lejano Oriente fue la fuente de donde bebieron todos ellos. Después de la Primera Guerra Mundial, la gente necesitaba soñar y en los locos años veinte se vivió una fascinación por el arte chino. Según las revistas de moda francesas de la época, existía una obsesión por China en todos los dominios del gusto: las damas parisinas comenzaron a jugar al mahjong y a adoptar perros pequineses, la decoración del hogar y la moda se inspiraron en el arte chino, los bailes de disfraces de temática china eran muy populares… La firma Roger & Gallet lanzó una fragancia llamada Jade en un frasco con forma de petaca china. Los comerciantes especializados en arte asiático establecieron negocios en París y los anuncios publicitarios del anticuario chino CT Loo ofrecían “jade y piedras duras, importadas directamente para joyería”. La revista “Femina” -revista francesa de primeros del S XX- consideró al jade una gema valiosa.

Cartier utilizó piezas antiguas de jade chino para crear joyas modernas u objetos preciosos. En su colección se conservan muchos ejemplos, como horquillas de jade convertidas en abrecartas, cajas de rapé de jade que se convirtieron en frascos de perfume, pantallas de jade utilizadas en relojes, etc. Estos jades antiguos formaban parte del “stock des apprêts”, una colección de gemas antiguas y objetos de diversa procedencia elegidos por Louis Cartier por su belleza y conservados para crear nuevas piezas.

Después de la década de 1930, el jade cayó en desuso en la joyería occidental pero el interés por China volvió en la década de 1970 y el jade volvió a aparecer.  Inspirado en la joyería art déco, especialmente en Cartier, el joyero americano David Webb produjo muchas piezas de gran tamaño, incluidas piezas con jade tallado. Se sabe que Webb compraba jade antiguo en tiendas de antigüedades de Nueva York. Como hizo Cartier, lo que compraba y lo usaba. Se adaptó a las formas únicas de las piedras mediante el diseño de monturas “ad hoc” para contener las gemas con las que trabajaba, como siguen haciendo los artistas joyeros en la actualidad.

A principios de este siglo, el jade ha resurgido como protagonista de una joya discreta pero prestigiosa. Es signo de un cierto refinamiento y gusto por la distinción. Al igual que Cartier, durante el período art déco, el joyero francés Thierry Vendome trabaja con piezas antiguas de jade. Durante un viaje a Beijing, compró un bidisco tallado en nefrita del siglo XIX con el que creó un collar que cosió en varias partes, engastada en plata y articuladas por eslabones de oro, similar al collar que presentamos en Setdart con placas de jadeíta.

En la actualidad, el mercado busca jadeíta de gran calidad, como la que se encuentra en la zona de Myanmar que limita con China. En los últimos años ha disminuido la producción y la demanda se ha casi triplicado debido al acceso al mercado de compradores chinos.

Aun cuando ambas demandas – la china y la occidental – tienen diseños de joyas bien diferentes, el interés por el jade se ha incrementado y está presente en la alta joyería de ambas culturas.

Reflejo de esta tendencia se ha vivido en la subasta del famoso collar Hutton-Mdivani en abril del 2014. Este collar perteneció a la heredera Barbara Hutton y es una pieza de cuentas de jadeíta de un maravilloso color verde traslúcido con cierre de rubíes, diamantes y platino. Se subastó en Sotherby’s Hong Kong, y se remató en 27,44 millones de dólares, un precio jamás alcanzado por una joya de jadeíta. El comprador fue la Maison Cartier, diseñadores de la pieza, y se adquirió para formar parte de la colección de la firma.

Más allá de esta anécdota, comprar hoy jadeíta de calidad superior, con intenso color verde y sin sombras de azul y amarillo, puede considerarse una interesante inversión.

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