El paisaje mallorquín como inspiración

Obras como “Cala Lluch Alcari” de Tarrassó manifiestan la indudable atracción que el paisaje mallorquín ha ejercido en el panorama artistico de principios del siglo XX

CASIMIRO MARTÍNEZ TARRASSÓ “La caseta groga”, Deyá. Lote adjudicado en Setdart por 7.500€

El paisaje, en su concepción más amplia, ha representado una fuente ilimitada de inspiración y creatividad para los artistas. Un inmenso taller en el que se juntan unas condiciones únicas que dan respuesta a sus necesidades artísticas. Su condición cambiante, sus luces y sombras, sus silencios y murmullos, nos lo redescubren continuamente convirtiéndose en un perfecto escenario para mostrar algunas de las grandes cuestiones que han marcado la historia del arte. No puede sorprendernos pues, que el paisaje se haya transformado en uno de los principales motores creativos. a los grandes maestros de la pintura dando lugar a algunas de las mejores obras de todos los tiempos

En este sentido los paradisiacos parajes que la  isla de Mallorca nos brinda han sido el escenario en el que múltiples artistas escritores y poetas encontraron una inagotable fuente de inspiración. Especialmente con la llegada del siglo XIX  Mallorca se convirtió en uno de los destinos predilectos de los artistas que, huyendo del fenómeno de la Revolución Industrial, buscaron en Mallorca esa visión idílica de la naturaleza exuberante y virgen que el romanticismo había fomentado. Como piezas clave en toda una generación de artistas que entre finales del siglo XIX y principios de XX se instalaron en Mallorca, la luz y el paisaje mediterráneo serán el vivo testimonio de los nuevos derroteros que tomaría la pintura  a partir de entonces. 

De hecho, solo tenemos que pensar en los grandes paisajistas catalanes  como Anglada Camarasa Joaquim Mir, Eliseo Meifren  o Tarrassó cuyas respectivas estancias en la isla Balear transformaron para siempre su manera de entender la pintura de paisaje, permitiéndoles encontrar un lenguaje propio, moderno y original, lleno de luz, color, sensaciones y formas que dieron vida a algunas de sus mejores  y más valoradas creaciones

En todos ellos, podemos ver como uno de los aspectos más llamativos de su etapa mallorquina es el particular uso que harán del color. En el caso de Tarrassó este aspecto es especialmente visible gracias en parte a su estancia en Paris, donde la exaltación cromática fauve quedó grabada en su retina.  En su continua experimentación con el paisaje y sus colores, Tarrassó visitó por vez primera Mallorca en el año 1935. Desde entonces quedaría cautivado por las posibilidades expresivas que su paisaje natural le brindaba, llegando a establecer un fuerte vinculo que le llevó a desarrollar gran parte de su producción en la isla.  Este es el caso del óleo en licitación “Cala Lluch Alcari” cuyo paisaje transmite la fuerza impetuosa de la naturaleza y el protagonismo telúrico de la isla a través de la potencia de una luz convertida en manchas de color tan enérgicas y valientes como profundamente sensoriales. Su  personalidad artística marcada por una profunda obsesión por el cromatismo se transforma en obras como la presente, en estallidos de vitalidad donde las arquitecturas de sus frondosos paisajes aparecen completamente integradas en una naturaleza armónica pero salvaje. De igual modo, montañas, cielo y mar se funden en un sinfín de tonalidades de factura vigorosa y espatulado grueso con las que construye cierta profundidad  y nos introduce en un escenario plenamente autónomo.

Como dijera el maestro impresionista August Renoir, “me gusta la pintura que me hace querer pasear en ella”. Y es por esta razón precisamente  que frente a  la obra de Tarrassó nos sentimos conquistados.

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