Roberto Fabelo y la estética de lo grotesco

El dibujante por excelencia del arte cubano Roberto Fabelo se ha erigido como un digno continuador de la larga tradición artística desarrollada en torno a una estética de lo grotesco.

“Hay una poesía de lo raro y una belleza de lo raro” Roberto Fabelo

Existe en la historia del arte una estética cimentada sobre la idea de lo bello y lo grotesco, un binomio a priori antagónico que, sin embargo, es a todas luces indivisible. Desde los orígenes de la práctica artística y literaria, lo grotesco ha sido una de las mayores fuentes que la naturaleza ha podido ofrecer a la creación artística, a través de la cual se han construido algunas de las reflexiones y metáforas más brillantes en relación con la condición y existencia humana.  Solo hay que pensar en los rostros monstruosos de Da Vinci, los bufones de Velázquez, las pinturas negras de Goya, o la trémula desnudez de Francis Bacon, para constatar que, aún con diversidad de connotaciones, existen temas comunes a los que el arte siempre ha recurrido por encima de épocas y tendencias artísticas.

En este sentido, la persistencia del tema de lo grotesco en el arte es un reflejo de nuestra propia historia como civilización, cuyo relato plagado de episodios vinculados a la locura, la pobreza o la violencia, hacen de lo grotesco un elemento imperecedero íntimamente ligado a nuestra cultura. El arte pues, no inventa la concepción de lo grotesco, si no que, sirviéndose de una realidad común al ser humano, nos imbuye en un jugo de espejos, que nos enfrenta a nuestros propios monstruos.  Asimismo, las múltiples lecturas que subyacen del concepto de grotesco indican una naturaleza metamórfica que como en el caso de la belleza evoluciona en paralelo a su tiempo.

ROBERTO FABELO (Camagüey, Cuba, 1950). “Un poco de nosotros”, 2012.
ROBERTO FABELO (Camagüey, Cuba, 1950). “Sirena”, 2013.

Frente a su estética ambivalente, resulta inevitable perder de vista la línea fronteriza que separa la repulsión de la atracción donde el orden habitual por el que nos regimos no alcanza a nuestra comprensión. Y es precisamente en esa incertidumbre donde el poder de atracción de lo grotesco ejerce su mayor influencia

Este sentimiento es precisamente el que ejerce la obra de Fabelo cuyo universo suprareal, onírico e insondable, habitado por criaturas fantásticas y monstruosas ejerce en el espectador un poder de atracción tan desconcertante como cautivador. En lo grotesco de Fabelo se adivina la influencia de dos grandes maestros como Velázquez y Goya, pero también de la tradición pictórica cubana unido a ciertos elementos procedentes del surrealismo y del expresionismo más crudo a través de los cuales conforma un mundo paralelo, cuyos códigos escapan a nuestro raciocinio sembrando un sinfín de reacciones contradictorias duda, misterio, empatía.

Seres contrahechos, insectos humanoides y un extenso bestiario multiforme, coexiste en su imaginario grotesco y avérnico junto a delicadas y bellas sirenas en lo que parece ser una gran metáfora utópica de la existencia humana, donde el artista nos pide a gritos la necesidad de construir una sociedad plural y armónica a escala universal como única solución a la decadencia de un ser humano, cada vez más desconectado de su verdadera esencia animal.

La vertiente más osada y bizarra del artista cubano es posiblemente también la más sincera y admirada tanto por la crítica como por los grandes coleccionistas. Síntoma de ello son los asombrosos resultados que este tipo de producción dominada por lo que podríamos llamar una belleza de lo grotesco, alcanza en el mercado internacional ratificando de este modo, la poderosa influencia y fascinación que ejerce lo irracional y desconocido sobre el espectador.

ROBERTO FABELO (Camagüey, Cuba, 1950). “La mujer que amaba lo perros”, 2007-2012.