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Layla D’ANGELO (Nueva York, 1953). “JQE-LD mix”.

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Lote en subasta:

D’ANGELO, Layla (Nueva York, 1953).
“JQE-LD mix”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado al dorso.
Se expedirá certificado de autenticidad a petición del comprador.
Medidas: 146 x 117 cm.

 

La neoyorquina Layla D’Angelo fijó su residencia en Madrid en 1988. De espíritu cosmopolita, vivió también en Londres y Roma, par asentarse después en Barcelona. Adquirió celebridad con su proyecto “Érase una vida en polaroid”, serie que mostró en galerías de todo el mundo. Entre sus exposiciones destacamos las celebradas en la Galería Alegría (Madrid, 2012); “All my friends and lovers” (Hamburgo, 2011); Galerie Pierre Passebon (París 2010); Galería No Place (Barcelona, 2009); Sala Diaz San Antonio (Texas, 2004); Proud Gallery Hoxton (London, 2001); Sylvia Ortiz Galeria Denia (2000); Galería H2o (Barcelona, 1999); ARCO con galería Cavecanem (2000); Círculo de Bellas artes Madrid (1998); Galeria Pierre Passebon (París, 1996). Coleccionistas de élite han adquirido obra suya: Madonna, Mario Testino, Cristian LaCroix, Rafael Amargo y Rossy DePalma.

D’Angelo, quien durante más de tres lustros llevó un registro visual de su vida con cámara Polaroid, ha sabido captar esa paradójica mezcla de irrealidad e instantaneidad que propicia esta técnica, singularidad estética que queda aún más manifiesta cuando trasladaba al lienzo esas instantáneas. Un dietario actualizado con periodicidad matemática, imponiéndose el ritual de fotografiarse el mismo día de la semana en que cayera su cumpleaños. Fue inventariando sus frecuentes cambios de residencia y su agitada vida social. En los óleos resultantes, Layla intensifica el aspecto brumoso de la emulsión, los desenfoques o distorsiones formales, los colores vidriosos… Pone énfasis en la latencia de lo que está por revelarse en estas fotos amateur, adquiriendo un tono espectral, de emergencia fantasmática, frustrándose la voluntad de conservar intacta la memoria, de preservar las vivencias de la erosión del tiempo. Y en esa misma imposibilidad de aprehender el pasado reside la sublimación de ese instante banal captado por la cámara, y sobredimensionado por el pincel.

 

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