Felix Labisse, erotismo y metamorfosis.

El nombre de Felix Labisse aparece asociado con el círculo surrealista parisino, pero su espíritu heterodoxo no se amoldó a las directrices algo dogmáticas del grupo liderado por André Breton.

Sin embargo, desde su llegada a París, tras vivir una temporada en la ciudad belga de Ostende (donde fue discípulo de Ensor), tuvo el apoyo y el reconocimiento de Christian Dotremont, Robert Desnos, Paul Eluard, Philippe Soupault y Jacques Prévert.

Las tres pinturas que Setdart licita estos días pertenecen a su periodo más celebrado, aquel en que misteriosas mujeres azules empiezan a poblar su obra. Emana de esas figuras un aura de erotismo frío, realzado por las topografías exóticas, de imposible localización, en las que se emplazan.

Un intenso azul turquesa lustra la piel de la “Jeune próstituée” (véase lote 35202033) que nos mira con sus grandes ojos almendrados, y tras la que se desarrolla la escena bíblica de la huída de Egipto, reinventada por la fértil imaginación de Labisse. Esta obra fue expuesta en la retrospectiva dedicada al artista en Ostende, en 1979 (“Labisse Retrospectieve. 50 jaar schilderkunst” Kursaal, Ostend 23.06-02.09-79).

Más enigmática aún resulta “Le soir du 18 decembre”, fechada en 1963 (lote 35181879), en la que una mujer de rasgos indígenas y cabello lacio, luciendo ese mismo color ultramarino de intensidad crepuscular,  se nos muestra desnuda en su busto joven y detrás de ella vemos un sugerente paisaje lacustre. De fuerte carácter onírico, la roca que emerge del agua se nos figura como una ballena petrificada.

La tercera pintura incluida en Subastas Setdart ha sido, como las otras dos, reproducida en numerosas publicaciones (35011252). Realizado unos años antes, la figura humana está ausente aunque sugerida por la sensualidad que embarga a la selva amazónica, en el universo mitopoético del autor. Se aprecia aquí su interés por el tema de la metamorfosis, que dará origen en pinturas posteriores a una serie de personajes híbridos en los que lo humano se entrelaza con elementos animales y vegetales.

FELIX LABISSE (Francia, 1905- 1982). La familia Labisse procedía originalmente de Douai, en el norte de Francia, pero después de la Primera Guerra Mundial se mudó a Ostende, Bélgica. Labisse hace su debut como pintor en 1922, bajo el ala protectora de James Ensor. Junto con su amigo Henri Storck, fundó la “Galerie d’Art Moderne” y el “Club du Cinéma de Ostende”. A partir de 1932, se estableció en París, donde se hizo amigo de Antonin Artaud, Jean-Louis Barrault y Robert Desnos, quienes le dedicaron un texto. En 1935 se unió al grupo de surrealistas y conoció a Paul Delvaux, Max Ernst, André Masson y René Magritte, así como a Jacques Prévert y Raymond Queneau. Movilizado en 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, regresó a París desde el frente en 1940 y se convirtió en uno de los principales artistas entre los jóvenes pintores franceses. A partir de 1943 se dedicó por completo a la pintura y la escenografía. En 1947 se unió al grupo “Surréalism Révolutionnaire, fundado en París por Noel Arnaud y en Bruselas por Christian Dotremont. El grupo, que no dura 18 meses, pretende” reconciliar la necesidad de una acción revolucionaria basada en el marxismo-leninismo y libertad de investigación y expresión específica del surrealismo. “La condena del grupo por André Breton marca la primera división importante en el surrealismo después de la Segunda Guerra Mundial. En junio de 1951 hizo los sets para la obra “El diablo y el buen Dios” de Jean-Paul Sartre, puesta en escena por Louis Jouvet. Durante este tiempo pasó su tiempo entre París y Knokke Le Zoute, en los Países Bajos. A fines de 1951, se mudó a Neuilly-sur-Seine, cerca de París, y continuó exhibiendo en Francia y el resto de Europa. En 1966 fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes y fue enterrado en el cementerio de Douai. Paralelamente a su carrera como pintor, Labisse dirigió una carrera como decorador para teatro, danza y ópera. Sus primeras creaciones están influenciadas por Ensor y el expresionismo flamenco. Su obra madura, bajo el signo de la metamorfosis, como la mujer desnuda con la cabeza de Leona de la Felicidad para ser amada (1943), explora los límites de la fantasía, el ritual, la magia o el erotismo.