Guía iconográfica de los santos

La iconografía es, sin duda, una de las ramas más interesantes de la historia del arte: etimológicamente referida al lenguaje de los iconos, sin ella no podríamos distinguir quién está representado en una obra, especialmente cuando se trata de obras medievales, renacentistas o barrocas. A menudo las figuras son reconocibles por los atributos u objetos que las acompañan, que para el ojo atento indican inequívocamente quiénes son.

Con el fin de ayudar a nuestros clientes y aficionados a comprender mejor a los personajes de nuestras obras, le facilitamos esta pequeña guía para construir una opinión crítica.

 

 

San Esteban fue un diácono y protomártir de la iglesia cristiana, condenado a morir apedreado por blasfemia. Su iconografía lo representa en el transcurso de su condena. En ocasiones, simplemente lo retrata sosteniendo piedras o con una palma, ambas alusiones al martirio.

Para la iglesia cristiana, Santa Cecilia es la patrona de la música, los instrumentistas y los cantantes, curiosamente, por un error de traducción del latín. Sus atributos suelen ser las partituras y los pequeños instrumentos musicales, siendo el órgano el más representado.

 

San Lorenzo fue de los santos «favoritos» en las representaciones pictóricas. Según la tradición cristiana, fue condenado a un martirio atroz: el joven fue quemado lentamente en la parrilla.

Así que sus atributos infalibles son las brasas, la parrilla y sus rasgos juveniles imberbes. También suele ir acompañado de un monedero, ya que se dice que distribuía el tesoro de la iglesia a los pobres. Es famosa la frase que se dice que pronunció sobre las brasas, inamovible por el sufrimiento: «Por aquí me han asado, dadme la vuelta».

San Jerónimo puede presumir de ser uno de los temas sagrados más populares para los artistas, cuyos innumerables atributos lo hacen extremadamente fácil de reconocer. Llevó su vida como anacoreta (y por eso se le retrata en el desierto) dedicándose a la traducción y transcripción de las Escrituras Sagradas (los libros son imprescindibles en las representaciones). El león es, probablemente, su atributo más conocido. Generalmente se le representa como «San Jerónimo penitente»: delgado, con una larga barba y sólo un paño puesto. Otras veces es inmortalizado golpeándose el pecho con piedras. A menudo se le ve acompañado de una calavera -símbolo del memento mori- y del hábito cardenalicio (aunque decididamente anacrónico).

 

 

 

San Francisco, de origen noble, optó por renunciar a todas sus riquezas terrenales para dárselas a los más necesitados. Tiene muchos atributos: el hábito franciscano, que alude a la orden monástica que fundó; el crucifijo y el cordón del hábito (a menudo representado con tres nudos, como los tres votos emitidos por el santo) o los estigmas en las manos y los pies. Su actitud, humilde y penitente, también es un rasgo identificativo.

San Juan Bautista, tras un periodo de anacoresis, comiendo sólo miel y langostas, abrazó el camino de la predicación e instituyó el sacramento del bautismo a orillas del río Jordán. Su atributo más recurrente es una cruz muy delgada hecha de varas y cañas y, a veces, se le representa vestido con pieles. A su lado hay siempre un cordero, en alusión alegórica a la pasión de Cristo, al sacrificio del agnus Dei.