Bacanal
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Escuela napolitana de la primera mitad del siglo XVII. “Bacanal”.

Bacanal

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Escuela napolitana de la primera mitad del siglo XVII.
“Bacanal”.
Óleo sobre lienzo.
Con marco de época.
126,5 x 147 cm; 173 x 221 cm (marco).

 
En este lienzo el pintor nos presenta a varios personajes, celebrando una bacanal, en torno a la figura de Sileno, coronado de hiedra y subido sobre un burro con la ayuda de dos hombres jóvenes, dado que está tan ebrio que no puede hacerlo por sí mismo, e incluso parece a punto de derrumbarse, sin soltar en ningún caso el cuenco de oro del que bebe. En torno a estas figuras centrales vemos a otros personajes, hombres y mujeres jóvenes tocando instrumentos musicales, bebiendo y danzando. Sileno era el padre adoptivo, preceptor y leal compañero de Dionisos, un sátiro de edad avanzada, gordo y de aspecto extraño, adorado entre los griegos como un dios menor de la embriaguez. Es también descrito como el más viejo, sabio y borracho del cortejo del dios del vino. Su equivalente en la mitología romana era Silvano. Conocido por sus excesos con el alcohol, debidos a su amor por el vino, solía estar borracho, y tenía que ser sostenido por otros sátiros o llevado en burro, tal y como aquí vemos. Se dice que, en estado de embriaguez, Sileno poseía una sabiduría especial y también el don de la profecía.

Al centrar la atención de la escena en la figura de Sileno, el autor de esta pintura dota a la obra de un sentido acusadamente naturalista, cercano incluso al costumbrismo, que llega a eclipsar casi la ambientación clásica y el propio tema mitológico. Por tanto, el tema báquico es una mera excusa para representar una celebración popular, con personajes que aunque visten a la clásica, con túnicas y mantos, están plasmados con un naturalismo que los asemeja a retratos. Los rostros femeninos son algo más idealizados, aunque igualmente responden a un modelo real. De hecho, las tres muchachas muestran un rostro muy similar, posiblemente los rasgos de una modelo real única. Este acento en el naturalismo de los tipos es el rasgo más claro que entronca esta obra con el barroco naturalista, derivado de Caravaggio y sus seguidores. Sin embargo, también otros muchos elementos señalan en esta dirección. En primer lugar el propio tema báquico, que ya Caravaggio aprovechó para plasmar una escena real en su cuadro “Baco” (h. 1598, Florencia, Uffizi).

También la composición, con los personajes en primer plano, sin distancia alguna respecto al espectador, muy juntos y aparentemente desorganizados, destacados sobre un fondo plano, es propia del barroco naturalista. Este tipo de composición evita que la atención se disperse, y busca también un cierto ilusionismo en la representación. El cromatismo es también el propio de esta escuela, centrado en tonalidades terrosas, ocres y marrones iluminadas por detalles blancos. No obstante, uno de los elementos más elocuentes e identificativos de la escuela caravaggista fue la iluminación tenebrista, una luz de foco, dirigida, que penetra por el ángulo superior izquierdo e incide directamente en las zonas importantes de la escena, dejando el resto envuelto en una expresiva y matizada penumbra y modelando rasgos, volúmenes y objetos a través de la luz. No obstante, se aprecia la influencia del clasicismo romano-boloñés que, junto con la influencia de Caravaggio, conformó la base de la escuela napolitana barroca. Así, las figuras son monumentales y escultóricas, recordando a modelos de Reni y Domenichino, especialmente la figura del joven situado en el lado derecho, con manto rojo, que muestra su musculosa espalda al espectador.

La profunda influencia del barroco naturalista en la escuela napolitana se debe a la presencia del propio Caravaggio, quien permaneció en Nápoles entre 1606 y 1607 y, poco después, entre 1609 y 1610. Su influencia directa precipitó el cambio estilístico, y llevó a los pintores de esta escuela a dejar atrás el tardomanierismo imperante en esos años. La obra de referencia fue “Las siete obras de misericordia”, que Caravaggio pintó en 1607 para el altar mayor de la iglesia del Monte Bella Misericordia. El nuevo lenguaje fue reafirmado en Nápoles con la llegada en 1616 del valenciano Jusepe de Ribera. Dotado de una certera sensibilidad y de una cruda interpretación de la realidad que roza la agresividad, Ribera rompió con su pincelada pastosa y expresiva el idealismo formal que dominaba en la época, jugando un papel decisivo en la difusión del naturalismo tanto en Nápoles como en Sicilia. Otro importante renovador, de los primeros en seguir a Caravaggio, fue Giovanni Battista Caracciolo, quien pintó una obra para la misma iglesia del Monte Bella Misericordia. El caravaggismo napolitano partirá pues de Caracciolo y de Ribera, y se verá reforzado por la presencia de la obra de Caravaggio y por la llegada, en 1630, de Artemisa Gentileschi, por lo que gozó de un desarrollo muy largo en el tiempo, si bien totalmente autónomo. Gentileschi abrió la vía hacia un caravaggismo más incisivo y tenebroso, que por las mismas fechas se conjugará con la introducción en Nápoles de las novedades del clasicismo romano-boloñés, a través de la presencia de Reni, Domenichino y Lanfranco.

 

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