Arte y devoción mestizas en América

Uno de los pilares de la fe cristiana es el convencimiento de que los seres humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Si trasladamos esta idea al mundo del arte observamos que se realiza a la inversa, es decir, las vírgenes, santos y Jesús adquieren los rasgos físicos de cada población. El arte en América asume este postulado y lo toma como guía para desplegar unas obras únicas en todo el mundo.

La nueva fe instaurada en los territorios americanos trajo consigo desde formas de vida renovadoras a las influencias artísticas europeas. Por ejemplo, una tabla flamenca de principios del siglo XVI, con una virgen de cabellos dorados y tez pálida sería algo insólito en una ciudad como México o Lima. El arte por tanto tuvo que adaptarse a los cánones estéticos, a las tradiciones locales y por su puesto a la propia apariencia de sus fieles. Empecemos con el caso más evidente de todos, la virgen de Guadalupe.

El primer santo de todo el continente, Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena chichimeca que vivía en una población a unos kilómetros del centro histórico de la ciudad de México recibiría cuatro apariciones de la Virgen. Daria a conocer su imagen al obispo de la ciudad tras abrir su tilma (capa indígena)  donde portaba rosas y al caer estas desveló la impresión con la figura de María. Esta iconografía sería un estandarte de la identidad cultural del actual México y América. La Virgen, tal y como observamos en la imagen, es mestiza. La piel en tonos grisáceos evoca la mezcla de sangre nativa y la española, sus ojos finos y rasgados, así como el pelo oscuro que oculta el velo serían claras alusiones a ambas culturas. También se ha sostenido la idea de que esta advocación fuera en parte producto del sincretismo religioso con la deidad mexica Tocih conocida como “la madre de los dioses”. En la pintura anónima que mostramos queda definido por parte del pintor los rasgos físicos del propio Juan Diego, poniendo por tanto el valor de su sangre como a su pueblo.

La abominable esclavitud de personas de origen africano con destino al Nuevo Mundo, es otro de los elementos a tener en cuenta dentro del arte virreinal y de las culturas del continente.  La confluencia de pueblos con sus tradiciones fue una explosión cultural que se volcó en la religión y en el arte como el mejor vehículo para reflejar esa realidad.  Santas o vírgenes negras son también algo común en estas áreas y fundamentales para propagar la devoción. Acercar la imagen divina al pueblo, ese es el objetivo, no podría haber mejor forma de conseguirlo adaptando los cuadros y tallas al aspecto de los fieles. A continuación, podemos ver un par de ejemplos en los que la piel de la virgen y la santa aluden claramente a la realidad de estas personas.

El punto de encuentro que fue el continente durante los casi cuatrocientos años del periodo hispánico dio un arte que asimiló las culturas locales americanas, las de los pueblos venidos de África así como las de los que vivían  la península ibérica. Sus imágenes religiosas repletas de indígenas, africanos, castellanos, mulatos y criollos son un ejemplo de la multiculturalidad y de la convivencia de la época, de una realidad histórica que se evidencia a través de un arte unificador e universal para todos los pueblos.

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