Escuela holandesa siglo XVII
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Escuela holandesa del siglo XVII. “Paisaje con figuras”.

Escuela holandesa siglo XVII

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Escuela holandesa del siglo XVII.
“Paisaje con figuras”.
Óleo sobre lienzo.
68 x 83 cm; 100 x 116 cm (marco).

 

En esta obra se desarrolla un paisaje captado desde un punto de vista alto, que permite una lectura pormenorizada de todos sus detalles. Vemos un espacio muy amplio y desarrollad en profundidad, construido a base de planos sucesivos como es tradicional en la pintura holandesa ya desde el siglo XV. El paisaje queda cerrado al fondo por un monte cercano y una montaña más alejada, azulada por la distancia, cuya cumbre queda nítidamente recortada sobre un cielo movido, de nubes algodonosas hábilmente trabajadas, dominado por una luz dorada que inunda el plano de tierra. En éste vemos un gran número de personajes, todos individualizados en sus ropas, gestos y actitudes, repartidos desde el primer plano hasta donde alcanza la vista, situados en torno a diversas arquitecturas. En el lado izquierdo la composición queda cerrada por un edificio monumental, la cabecera de una iglesia renacentista a juzgar por sus volúmenes y detalles, trabajados con acento naturalista, gran detalle y atención a los juegos de luces y sombras, estas últimas muy matizadas, lo que nos indica la influencia de los caravaggistas de Utrecht (Terbugghen, Honthorst y Baburen), una de las escuelas clave del barroco holandés.

De hecho, la propia entonación planteada en torno a los tonos cálidos, principalmente terrosos, carmines, ocres y blancos muy matizados, procede de la misma influencia. Sin embargo, la composición se aleja completamente de dicha escuela, con un planteamiento que, aunque naturalista, se aleja de las escenas más íntimas propias de los caravaggistas, planteando un amplio escenario a la manera de paisajistas holandeses del XVII como Van Goyen, cuyos turbulentos celajes tienen aquí su eco, o incluso de figuras puente con la tradición del siglo anterior como Avercamp o Van de Velde, especializados en amplios escenarios costumbristas llenos de personajes y captados con una gran sensibilidad atmosférica. También se aprecia la influencia de la escuela italianizante de paisaje holandesa, representada por Bamboccio, Both y Berchem. El primero de ellos ejerció una enorme influencia en sus contemporáneos, llegando a conformarse una escuela propia de seguidores, conocidos como los “Bamboccianti”. Aquí las figuras son más pequeñas que las de Pieter Van Laer “Il Bamboccio”, pero se aprecia el mismo carácter costumbrista descriptivo que ahonda en la narración de la actividad cotidiana. De los otros dos pintores de paisaje italianizante, Jan Both y Nicolaes Pieteerszoon Berchem, derivan el carácter escenográfico de la composición, el amplio celaje cargado de protagonismo y el expresivo efecto de luces y sombras que deriva de éste.

Sin duda, fue en la pintura de la escuela holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como de la prosperidad económica de la burguesía liberal. La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista holandés comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. No pretendió el pintor trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva o evadirse de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella a través del triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, lograda gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz. A causa de la ruptura con Roma y de la tendencia iconoclasta de la Iglesia reformada, las pinturas de tema religioso acabaron por eliminarse como complemento decorativo con finalidad devocional, y además las historias mitológicas perdieron su tono heroico y sensual, de acuerdo con la nueva sociedad. Así el retrato, el paisaje y los animales, la naturaleza muerta y la pintura de género fueron las fórmulas temáticas que cobraron valor por sí mismas y que, como objetos propios del mobiliario doméstico –de ahí las reducidas dimensiones de los cuadros-, fueron adquiridas por individuos de casi todas las clases y estamentos sociales.

 

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